CULTURA IDIOMÁTICA I
Universidad de Antioquia
Facultad de Comunicaciones—Alejandro Uribe
Nombres: Laura
Villa Marín y Diego Osorno Franco
Fecha: 15 de
diciembre de 2012
Tema:
Relatoría 4. Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con
nuestras mentes?
Bibliografía:
Charr, Nicholas (2010). Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con
nuestras mentes?. Bogotá:_Taurus,
pp 13 - 176
____________________________________________________
¿Qué está haciendo
Internet con nuestras mentes?
Nicholas Carr en su libro presenta la idea de que
la red, como cualquier tecnología de la comunicación, moldea nuestra forma de
pensar, pero sobre todo, debilita mucho nuestra capacidad de reflexión seria.
Lo explican bien paradojas tales como; “la red atrae nuestra atención sólo para
dispersarla” y la descripción de un ordenador como “un ecosistema de
tecnologías de la interrupción”. Pero quizá lo más interesante sea su
advertencia de que hemos arrinconado la tradición intelectual de solitaria
concentración en una única tarea y de que estamos evolucionando de ser
cultivadores de conocimiento personal a cazadores recolectores en un bosque de
datos electrónicos.
Así, cuando se apunta que usar internet desarrolla
ciertas habilidades, la coordinación ojo-mano, los reflejos, la facilidad de
procesamiento visual de señales, indica que nuestra nueva riqueza en inteligencia visual-espacial va de la mano con un
debilitamiento de nuestras capacidades para el tipo de procesamiento profundo, la concentración, el retenimiento de
información en el que se basa la adquisición consciente de conocimiento,
el análisis inductivo, el pensamiento crítico, la imaginación y la reflexión,
sostiene Carr.
En otras palabras el autor describe que la red nos está
haciendo más inteligentes, siempre y cuando definamos la inteligencia según los
estándares de la propia red. Si adoptamos una perspectiva más amplia y
tradicional de la inteligencia, si pensamos en la profundidad de nuestro
pensamiento y no sólo en su velocidad, se impone una conclusión diferente y
considerablemente más negra, ésta es que hay funciones mentales para las que
somos cada vez menos capaces: las que “fomentan
el pensamiento tranquilo, lineal, las que utilizamos al atravesar una narración
extensa o un argumento elaborado, aquellas a las que recurrimos cuando
reflexionamos sobre nuestras experiencias o contemplamos un fenómeno externo o
interno”.
Histórica y científicamente hay evidencias de que
nuestro cerebro es muy plástico, y ésta capacidad no se pierde, como se pensaba
hace varias décadas. Contamos con la gran aptitud de poder modificar las redes
y funciones neuronales creando nuevos hábitos y modificando los viejos con respuesta de nuestras experiencias,
dependiendo de la tecnología que utilicemos para adquirir y almacenar
información. Freud denomina esta
capacidad de comunicación entre neuronas y la formación de nuevas conexiones,
como sinapsis. Después de varios experimentos Kandel confirmó que la repetición
constante de hábitos puede hacer cambiar y adaptar las conexiones neuronales,
acostumbrando al cerebro a una nueva tarea, y por ende adquiriendo una nueva manera de pensar, actuar y ver el
entorno, gracias a la estimulación cerebral.
Carr hace un recorrido histórico por varias tecnologías
que influenciaron en el progreso de la humanidad, desde la invención del mapa
que modificó la percepción del hombre sobre su espacio, dándole nombre a los
territorios; el reloj donde el hombre tuvo una idea diferente del tiempo,
cambiando nuestro comportamiento en un ámbito personal y social, la imprenta
como medio de dispersión de escritos y a
su vez de conocimiento y así a través de los años hasta llegar al internet, los buscadores, libros electrónicos,
la Web 2.0 que tenemos ahora.
El libro ha tenido un proceso de evolución largo y
portentoso. Se inició con las figuras rupestres en las cuevas, luego la
escritura cuneiforme en tablas, el ingenioso invento del papiro en Egipto que
facilitaba el almacenamiento de conocimiento, pero el papiro era muy caro así
que se inventaron unas tablas de cera que se amarraban y protegían con cuero,
de ahí el inicio del libro, culminando con la fabricación del papel en china
como material más accesible y barato para los libros.
Las mejoras en los libros trajeron consigo una
íntima personalización de la lectura, aumentando la capacidad de concentración
del hombre y a su vez la habilidad creativa y reflexiva, que llevaba la lectura
a un grado de meditación donde la mente se enriquecía de nuevos conocimientos
pasivamente. Pero con la llegada del internet adoptamos la computadora como la
mejor opción para almacenar y buscar información. Sin embargo ésta no es tan práctica como un
libro, que puede llevarse a cualquier lado sin temor de que se dañe, ensucie o
que se agote la batería.
No se equivocaba
Sócrates al afirmar que el ser humano dejaba de tener sus propios
pensamientos al obtener ideas del exterior. El almacenamiento de información en
nuestra memoria requiere de un proceso
de racionamiento para que las neuronas lo capten. Debido a que estamos
almacenando todos nuestros recuerdos en un medio virtual, nuestra memoria a corto y largo plazo está
comprometida, como lo podemos evidenciar al usar las redes sociales como
Facebook, en la cual pasamos de una publicación
a otra, sin recordar certeramente la anterior. Nos estamos quedando huecos,
pues pretendemos almacenar todos los datos
de nuestra memoria en un ordenador.
El internet se ha involucrado en todos los aspectos
de la vida, es una herramienta que está a la mano para obtener toda clase de
información y expresión. El problema es cuando dependemos ciegamente de la web
y la convertimos en nuestro santuario, del cual dependen todos nuestros
recuerdos y reflexiones. El camino correcto es mantener un balance entre medios
digitales y escritos, que conserve una armonía que de espacio a un autónomo
pensamiento.